Desearía en este momento estar entrenada para devolver bomba por bomba, disparo por disparo; defender a la anciana que camina en la frontera con su megáfono, —mujer delicada, amorosa y digna— cansada fatigada después de 80 horas de encierro. No sé si aún está en este sitio sitiado. Pero allí hay cientos de personas, ninguna entrenada, ninguna guerrillera. Honduras y su pueblo es de personas bien sencillas. A Dios gracias, bien sencillas y amorosas.
Excepto ustedes, los formados entre los saltos cotidianos de los pecados capitales que ahora en demasía se han trastocado en delitos. Han pasado de la ambición, la avaricia y la soberbia, al crimen. Nuestro pueblo, este que participa y se enoja, y siente indignación y hace lo que puede por cambiar el odio en cualquier otra cosa menos dura, es un poco desconfiado; sin embargo, al tomar confianza comparte la sonrisa y la tortilla.
Es lo que hace sonreír y cantar, orar, contar chistes, inventar historias, trastocar leyendas, exagerar. Vivimos ahora entre un mucho de impotencia y un entrenar el trote y la carrera cuando de repente en cualquier toma, en cualquier acción, —pacificas siempre—; ustedes, ustedes los asesinos, los arbitrarios, las mujeres demasiado emperifolladas ocultando su fealdad (sin saber que su fealdad siempre se mira), condenan, juzgan y ordenan está guerra, proclaman la muerte vestidos de blanco. El luto se viste ahora de blanco. Mentes vacías, espacios donde sólo el horror cabe en un simbolismo fascista; llevado y traído a cualquier escenario, ahora el escenario de ensayo se llama Honduras. ¡Y caerán al abismo, ustedes!
El pueblo no, hay siempre pueblo con más vuelo; unos y otras que llegaron a la frontera burlando a militares, y que les siguen burlando sin toparse con ustedes. ¡Ay que alegría! Allá en ese campo de concentración al aire libre en el mentado paraíso hondureño, otros y otras, seguramente encontraron cachibaches y alguna puerta amiga por donde pasaron, a lo mejor entre rendijas, el café y las tortillas. Bajaron ya algunos árboles supongo pa´ seguir con las fogatas y hacer esas hornillas tan nuestras. ¡Es que es grande el ingenio! Grande el resistir y seguramente se han reconocido, de la misma sangre, roja rojita, ninguna sangre azul…
Seguramente, algunos por lo bajo, no sé cómo, les llevaron cobijitas: ¡Hay que pensar que es así! Que este pueblo aún vencido no rendido, como dice un poema cierto; debe haber certidumbre en la fuerza del espíritu y el espíritu está alto. No sólo en este lugar resiste la resistencia. Estamos allí, salimos un rato y andamos los mismos caminos. Debe hacer lecciones aprendidas ya, ¡Cuanta experiencia ganada, Pueblo!
Ganamos ya al gritar con toda nuestra gana, ¡Asesinos, Asesinos, Asesinos, Asesinos. Asesinos! Así serán tratados, así condenados. Todos a la vez, cada uno de ustedes, en los controles de retenes, cada uno que no cuida el bien, que no tutela al pueblo pensando en males menores y males mayores, en lugar de contrarrestar esto, ignorarlo y hacer el bien, como dice el ser cristiano--
¡Asesinos, Asesinos, Asesinos!.... Eso son. ¡Micheletti arbitrario, prepotente, arrogante y vacío seguidor del mal y del oprobio, ordenador aparente, y a la vez ejecutor tambiéndel crimen. Micheletti temeroso en su ignorancia. Arbitrario, totalitario. Micheletti asesino. Y las familias que lo empujan, Asesinas. Y los militares y soldados que disparan ASESINOS. UN cuerpo de asesinos sin cabeza. Un cuerpo de asesinos con una cabeza cuyo cerebro sólo asimila el odio y el poder.
Si. Tienen miedo como dice la canción de Liliana Felipe, de vernos cantar, de vernos reír, de vernos. Seres humanos y humanos.
Bestias del Apocalipsis. A cada cosa su nombre.
Ojalá cada palabra fuera bala. Ojalá cada vez que se les dijera: Asesinos, cayera cada uno de ustedes o un pedacito de ustedes; así como disparan a mansalva y cae la oreja de un joven que sólo deseo pasar la frontera para ir a traer a quien considera su presidente —Y lo es todavía!—
Ojalá cada palabra fuera una bomba lacrimógena para que les ardieran los ojos y penetrara sus narices y les ardiera la vida como un fuego hasta el desmayo, como un relámpago hasta el delirio; la cosa es que, en nuestra lucha y en nuestra amor, a lo mejor les daríamos trapos mojados, pero no, la mirada de Magdiel, no permite tales contemplaciones; la bala en la cabeza de Isis Obed tampoco, que les arda la vida como si estuvieran en la fogata eterna del infierno. Son asesinos y el que a Hierro mata a hierro muere.
Cada una de las personas detenidas tiene una factura para ustedes; cada una de las personas perseguidas, torna a gritarles lo que son. Mientras también bailamos, reímos, cantamos, pensamos y amamos.
Ustedes no, nosotras especialmente nosotras las mujeres vemos un mate, un gesto, en ustedes y echamos carrerita, regresamos, a veces devolvemos. Pero ustedes, allí están, allí tiesos, con sus escudos, con sus ojos a punto de cerrarse, con el peso del fusil en el lomo, con ese vestido de muerte, con ese olor a… ese olor indescriptible que sale de sus cuerpos tensos y sudados, eso se ve en ustedes. Cargan la muerte encima.
Y no hay manera, sino a muy pocos, de traerles el pasado del humanismo. En esos pocos también se confía. En esos que dicen no. No matarás. No obedeceré está orden, primero desertor que asesino. En ellos, irán saliendo. También los hay. ¡Asesinos los más!
Si cada palabra fuera una bala, muchos habrían caído y habríamos cruzado en paz la carretera, sin novedades, con nuestra sencillez y nuestros abrazos, hubiésemos compartido el agua como también la gente quiso hacerlo en el retén más próximo a la frontera. Estuviésemos sin está tensión, sin ese estallido de nervios, en ustedes y en la gente que no cree en los milagros. No tendríamos este campo de concentración, esta agonía que también es vida, estas lecciones de guerra donde aprendemos a hacer la paz.
Si señores. No hay manera ahora mismo de cambiar el diccionario. Quizá nuestras palabras de pueblo sumen, como ese herver la sangre de verles a ustedes tan malos, “malos —diría Liliana Felipe— como ratas de alcantarillas- Sigue la trampa, dice el boletín de los y las escritoras, con las ratas adentro. Ese es el lenguaje que tenemos ahora. ¡Pobres ratas!
Pero no. Ustedes siguen allí coleando. Y nuestras palabras sólo intentan ser certeras; dardos a lo mejor pensamos a veces que podrían ser. Dardos, sí. Es una buena idea entre dardos y balas. Pero mejor nos vamos a Caminar. Caminar es acción, es verbo, es hacer caminos, cruzar charcos y chagüites, atajos, veredas, montañas. Y caminando también se llega y ya vamos dando con los caminos a donde queremos llegar. La historia es irreversible. Y los asesinos serán condenados no sólo el poder Divino, porque para el ser cristiano, existe también el “ayúdate que te ayudaré”. Hay que recordar que Dios es amor. No permitiría Dios esa brutalidad de los toques de queda y dejar morir entre otros males menores y mayores, aunque no morirá, este pueblo en resistencia.
Huracana, 27 de julio del 2009, en algún lugar de la frontera.
Si no creyera en la locura
de la garganta del cenzontle....
Si no creyera/ Meche/ en tu luz/ y en las gargantas/ que habitan/ en las manos/ y en las palabras/ que las desatan/ no seguiría escuchado/la llamada de los tiempos/ y se borraría tu voz/s de la esperanza/ por eso hoy/ te despido/ contenta/ sabiendo que pronto/ cabalgaremos livianas/ las riveras más profundas/ por ahora/ hasta pronto/ Gracias! por compartir con nosotras/ tanta Vida/
de la garganta del cenzontle....
Si no creyera/ Meche/ en tu luz/ y en las gargantas/ que habitan/ en las manos/ y en las palabras/ que las desatan/ no seguiría escuchado/la llamada de los tiempos/ y se borraría tu voz/s de la esperanza/ por eso hoy/ te despido/ contenta/ sabiendo que pronto/ cabalgaremos livianas/ las riveras más profundas/ por ahora/ hasta pronto/ Gracias! por compartir con nosotras/ tanta Vida/
martes, 28 de julio de 2009
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